domingo, 8 de mayo de 2011

Mensajes al aire

En un bar, si se quiere una cerveza o un trago, se le pide al mesero. Ante una necesidad o deseo se expresa un mensaje directo a la persona que pueda satisfacerlo. Pero curiosamente dicha mecánica no se aplica a todas las necesidades o deseos. Existen circunstancias en las que algo pareciera impedir expresarnos directamente.

Se habla, se escribe, se actúa y se publica “al aire” en espera de que el mensaje llegue al destinatario correcto, que esa persona entienda exactamente lo que le queremos decir. A pesar de que usar ese método tiene muchas desventajas, como que el mensaje no llegue o sea malinterpretado, se sigue utilizando.

¿No es estúpido pretender llevar un mensaje a alguien y no darlo directamente?

En muchas situaciones, seguramente lo sea. Pero la acción de cifrar un mensaje posee algo que pocas veces se lograra cara a cara, mística.

El encanto que existe en disfrazar un mensaje y que sea entendido es invaluable. ¿Cómo calcular o medir esa sensación? El sentirte realmente conectado con otra persona, saber que esas palabras sólo podrán tener eco en ese otro ser humano, estar unidos por algo que las demás personas nunca entenderán, diseñar un lenguaje propio, utilizar señas o gestos particulares, escribir algo para “todos” y sólo para una persona a la vez.

Cuando los mensajes o código no son de común acuerdo, la espera puede ser eterna. Es el riesgo que se corre al buscar la mística que crean los mensajes al aire. Pero se insiste, porque lo vale.

Mensajero - Roska Izquierda