Con todo esto no quiero decir que mi hermano no interactúe con las demás personas, simplemente tenía sus propios métodos. Escribe y dibuja, principalmente. Pero lo que parece disfrutar más, es regalar.
La precisión que tiene para regalar cosas que impacten es casi perfecta. Su autoimpuesta mudez le ha permitido, supongo, dominar el arte de la atención. Su oído, visión y mente se conjugan para registrar frases, hechos y en general todo aquello que asombre a otra persona.
Las reacciones que ha provocado a lo largo de sus 22 años han sido muy diversas, pero en general positivas. Sonrisas, abrazos, lágrimas y una larga lista de amigos. Ernesto había sido afortunado.
Hace unos meses llegó su mayor reto: María. Chica muy parecida a mi hermano. Aparentemente fría, callada y una mirada maquiavélica. Su ceja izquierda era la encargada de acusar aprobación o rechazo, según se levantaba o bajaba sin que la ceja derecha se inmutara.
Mi hermano hizo lo suyo, pero esta vez fue diferente, con más insistencia. La cantidad de presentes que entregaba Ernesto a María sobrepasaban lo habitual. Las respuestas de María...simplemente no existían, su ceja permanecía inmóvi. Algo nuevo le ocurría a Ernesto, no recibía ningún tipo de retribución por sus acciones.
El viejo Ernesto murió, ahora es un pato. En su intento por comunicarse con María, su voz se ha vuelto un graznido, incapaz de provocar un eco notorio. Es seguro que sus actos tienen un efecto, pero se han vuelto imperceptibles a causa del silencio.
"Mucho pero no" - Roska Izquierda