jueves, 20 de diciembre de 2012

Amantes entre comillas

Nuestra relación fue curiosa, siempre enviando mensajes cifrados para evitar ser descubiertos. A pesar de que ambos nos encontramos solteros en aquel momento, ninguno se atrevió a expresar lo que realmente deseaba. No me puedes negar que lo que supuse es cierto, tus ojos te delataban, la electricidad que produjimos fue advertida hasta por tu hermano.


Recuerdo nuestras peleas en clase, posturas opuestas, impuestas por una profesora. Curiosamente nunca llegué a saber TU postura respecto al aborto, supongo eso lo agradezco. Al finalizar un examen concordamos, intercambiamos miradas y el miedo a la soledad nos hizo platicar. Recorrimos el cuadrangular perímetro del patio de nuestra casa de estudios y ambos terminamos mirándonos con asombro tras descubrir en el otro, más de lo que habíamos imaginado. Nunca imaginé que tras ese delgado cuerpo se pudieran encontrar tal grosor de neuronas. Sí, fui y actualmente, soy un maldito prejuicioso.


Nuestros caminos se siguieron uniendo gracias a un par de profesoras amantes de los trabajos en equipo. Nuestra cercanía postal terminó por soldar nuestra amistad, basada en el estudio y la nicotina contenida en la decena de cigarrillos que compartimos. Sí, sé que siempre me odiarás por orillarte a fumar cada que ingresabas a mi tóxico cuarto.


Nuestros encuentros se volvieron más espaciados, aún más de lo que ya eran, y provocaron que te viera con mayor gusto. La pubertad nos abandonó y afloró aquellos aspectos deseados en el sexo opuesto. Ambos heterosexuales, combinación peligrosa. Me recuerdo observando con detenimiento tus muslos, a través de aquellas delgadas licras, tan sólo cubiertas por una falda de mezclilla. Tú, observabas mis pálidas piernas, cubiertas por unos cuantos vellos y unas cortas bermudas. Los halagos eran obligatorios, desde la pérdida de peso, hasta un novedoso corte de cabello, parecía una regla que no debía romperse.


La ideología de nuestras universidades presagió la distancia que ahora nos invade. No importó aquel encuentro en que festejamos un aniversario. Tú llegaste y no te desprendiste de mí. Hasta el momento en que un tercero apareció, colgaste tu teléfono celular y simplemente dijiste: Quiero regresar, mas no sé si lo pueda lograr. A pesar de que mis manos apretaban fuertemente tu cintura y nuestros ombligos estuvieran alineados…no regresaste.


Tuvimos que refugiarnos en el plano virtual, mediante juegos y acertijos continuamos con el deporte que es llamado coqueteo. Sonrisas reflejadas en un monitor se apoderaron de nuestros rostros. Pero llegaron un par de personas…en las que podíamos ver, a través de sus ojos, nuestras sonrisas e ilusiones. Tu odiabas sus patillas, yo su indecisión.


Ellos se instalaron, se apoderaron de nosotros; sin embargo nos dimos un espacio, para continuar con esa tradición de sumergirnos en nicotina. 5 años después le agregamos cafeína. Caminamos para llegar con nuestro proveedor, y gracias a un conductor imprudente, mi mano te impidió continuar el camino. Bien pudo haberse posado sobre tus pequeños pero, aparentemente, firmes senos, mas no fue así. Mis ásperas manos buscaron tu mano, te sorprendiste, dibujaste una cara de asombro y culpabilidad al mismo tiempo, no negaré que yo hice lo mismo. Ambos nos disculpamos con la mirada, sabíamos lo que aquel contacto significó.


En ese momento parecimos un par de amantes escondiéndonos de nuestras respectivas parejas, sin siquiera habernos regalado una caricia. Hoy, te has embarcado en un contrato que muchos llaman matrimonio. Sonrío, porque así lo dictan las normas sociales, mas no dejo de preguntarme si podrás dormir a diario, observando esas patillas que tanto odias.

Foto: Nathalie Jaime


martes, 23 de octubre de 2012

Graznido

Ernesto nunca fue un niño que gustase de hablar, simplemente no lo hacía y ya, así, sin razón aparente. En la escuela se comunicaba normalmente, pero sólo lo necesario, nunca una palabra extra. Contestaba lo que preguntaran y punto final. Afortunadamente tuvo un círculo de amigos que lo aceptaron así...silente. Todos sabemos que podemos contar con él, siempre y cuando no se requiera su voz.

Con todo esto no quiero decir que mi hermano no interactúe con las demás personas, simplemente tenía sus propios métodos. Escribe y dibuja, principalmente. Pero lo que parece disfrutar más, es regalar.

La precisión que tiene para regalar cosas que impacten es casi perfecta. Su autoimpuesta mudez le ha permitido, supongo, dominar el arte de la atención. Su oído, visión y mente se conjugan para registrar frases, hechos y en general todo aquello que asombre a otra persona.

Las reacciones que ha provocado a lo largo de sus 22 años han sido muy diversas, pero en general positivas. Sonrisas, abrazos, lágrimas y una larga lista de amigos. Ernesto había sido afortunado.

Hace unos meses llegó su mayor reto: María. Chica muy parecida a mi hermano. Aparentemente fría, callada y una mirada maquiavélica. Su ceja izquierda era la encargada de acusar aprobación o rechazo, según se levantaba o bajaba sin que la ceja derecha se inmutara.

Mi hermano hizo lo suyo, pero esta vez fue diferente, con más insistencia. La cantidad de presentes que entregaba Ernesto a María sobrepasaban lo habitual. Las respuestas de María...simplemente no existían, su ceja permanecía inmóvi. Algo nuevo le ocurría a Ernesto, no recibía ningún tipo de retribución por sus acciones.

El viejo Ernesto murió, ahora es un pato. En su intento por comunicarse con María, su voz se ha vuelto un graznido, incapaz de provocar un eco notorio. Es seguro que sus actos tienen un efecto, pero se han vuelto imperceptibles a causa del silencio.

 "Mucho pero no" - Roska Izquierda


martes, 5 de junio de 2012

Amistad por elección

- ¿Pero cómo diablos ocurrió?
- Simplemente es un pendejo, eso es lo que ocurrió.
- Oye, pero después de todo lo que han pasado juntos, ¿recuerdas cómo estuvo ahí cuando te agarró la policía y que además le pagó a “los tiras” para que te dejaran ir?
- Ya sé, pero se lo pagué.
- ¿Y qué tal cuando Raúl te iba a madrear y él lo evitó?
- Si, lo recuerdo; pero eso no le quita lo imbécil.
- No quería decirlo pero…¿quién estuvo a tu lado cuando tu madre murió?
- Si…él. Pero…
- Pero nada cabrón, es tu mejor amigo, dime qué ocurrió para que se mandaran a la chingada. ¿O neta ya 
se te olvidó todo lo que han vivido?
- No, no lo he olvidado y también recuerdo todo lo que he hecho por él. La vez que fui hasta Veracruz, porque se puso la peda de su vida y se quedó sin un peso. ¿Quién le dio asilo cuando Pamela lo corrió? ¿Quién le regaló un viaje a Cancún? Yo….yo hubiera dado mi vida por él.
- ¿Y entonces? Carajo, son compadres, eres padrino de su hija. Dime qué hizo como para no querer volver a verlo.
- No tienes idea, aunque ahora que lo pienso soy un completo idiota por no darme cuenta. Me confesó que va a votar por __________________________.

Coloque el nombre del candidato que le resulte más repulsivo.
Gracias.

viernes, 2 de marzo de 2012

Cosas de cantina y de seres humanos

Me encontraba en una de esas cantinas…no una vieja como las que describen todos los amantes de lo anticuado. El lugar estaba infestado de adolescentes recién ingresados a la Universidad.

Colocar un establecimiento que venda bebidas alcohólicas en las cercanías de un centro de estudios puede ser un gran éxito…o un gran fracaso.

Ahí me encontraba, en la compañía de mi telenovenero amigo, escuchando su plática y conversaciones ajenas. Una mujer de aproximadamente 35 años platicaba con dos hombres, todo mientras mi amigo relataba su viaje a provincia, pero me cautivó la plática femenina del cómo conoció al padre de sus hijos, el florecimiento de su amor y la aparente, inevitable ruptura de su idilio de amor. Tuvieron 4 hijos, o eso fue lo que escuché. Ella era un espíritu libre, así se definió, y por ello no podía estar anclada a 4 vástagos, así que simplemente decidió endosarle a los niños. Con un simple papel se liberaba de responsabilidades…que él los críe.

Mi compañero de copas me contaba de su viaje, de cómo le encantó el lugar, pero sobretodo de su encuentro con ella. No existe mejor encuentro que cuando lo ves…a ese otro ser humano que humedece tu ropa interior, hace brillar tus ojos y altera tu mente con el deseo de no separarte de ese ser jamás.

Todos nos hemos encontrado ahí, pero la cuestión que importa es encontrarse en el momento adecuado; en el momento en que ambas personas deseen lo mismo…ahí está la verdadera conexión. Porque podrán tener los mismos gustos, los mismos deseos y la misma ideología, pero lo importante es la sincronía.

En otra mesa cercana se llevó a cabo la siguiente conversación:

- Si no fumaras te metía bajo mis sábanas hoy mismo.

- Si no tuviera novia dejaba el vicio ahora mismo.

Ambos lo deseaban, pero existían factores que lo impedían. Simplemente una equivocada sincronización.