Me encontraba en una de esas cantinas…no una vieja como las que describen todos los amantes de lo anticuado. El lugar estaba infestado de adolescentes recién ingresados a la Universidad.
Colocar un establecimiento que venda bebidas alcohólicas en las cercanías de un centro de estudios puede ser un gran éxito…o un gran fracaso.
Ahí me encontraba, en la compañía de mi telenovenero amigo, escuchando su plática y conversaciones ajenas. Una mujer de aproximadamente 35 años platicaba con dos hombres, todo mientras mi amigo relataba su viaje a provincia, pero me cautivó la plática femenina del cómo conoció al padre de sus hijos, el florecimiento de su amor y la aparente, inevitable ruptura de su idilio de amor. Tuvieron 4 hijos, o eso fue lo que escuché. Ella era un espíritu libre, así se definió, y por ello no podía estar anclada a 4 vástagos, así que simplemente decidió endosarle a los niños. Con un simple papel se liberaba de responsabilidades…que él los críe.
Mi compañero de copas me contaba de su viaje, de cómo le encantó el lugar, pero sobretodo de su encuentro con ella. No existe mejor encuentro que cuando lo ves…a ese otro ser humano que humedece tu ropa interior, hace brillar tus ojos y altera tu mente con el deseo de no separarte de ese ser jamás.
Todos nos hemos encontrado ahí, pero la cuestión que importa es encontrarse en el momento adecuado; en el momento en que ambas personas deseen lo mismo…ahí está la verdadera conexión. Porque podrán tener los mismos gustos, los mismos deseos y la misma ideología, pero lo importante es la sincronía.
En otra mesa cercana se llevó a cabo la siguiente conversación:
- Si no fumaras te metía bajo mis sábanas hoy mismo.
- Si no tuviera novia dejaba el vicio ahora mismo.
Ambos lo deseaban, pero existían factores que lo impedían. Simplemente una equivocada sincronización.
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