Gracias a la globalización los mercados y economías del mundo se han unido. La dependencia entre ellas es claramente visible gracias a las crisis económicas. Entre ellas podemos citar la mexicana y la rusa, causando los efectos denominados Tequila y Vodka, respectivamente. Es claro que la relación económica existe entre las naciones, no es descabellado hablar de una economía global o mundial. ¿Podemos decir lo mismo de la sociedad?
Uno de los más grandes avances lo tenemos en el viejo continente, con la Unión Europea. Diversas naciones se han unido en un bloque y los habitantes de dichas naciones pueden transitar libremente dentro de la comunidad, pero aún no es visible un sentimiento de pertenencia a dicha comunidad por parte de sus habitantes. Las autoridades de la comunidad europea no han logrado o no han querido desarrollar un nacionalismo que permita a sus ciudadanos identificarse dentro de esa comunidad. Los alemanes, españoles, rumanos, ingleses o portugueses se siguen asumiendo como tales y no como miembros de una sola entidad que es la Unión Europea.
Si la economía ha podido romper las barreras del idioma y distancia, qué es lo que hace falta para que el ser humano se asuma como habitante del mundo y no de un Estado en específico. ¿Qué necesitamos para que un croata, mexicano, japonés o egipcio se asuma como miembro del planeta tierra, como los terrestres que somos?
Arthur C. Clarke en su obra: El fin de la infancia, nos da una pista. Y es que al parecer, ni con la destrucción del planeta por medio de la contaminación, nos asumimos como habitantes de este planeta. Necesitamos que llegue Karellen con cientos de naves que sobrevuelen las principales ciudades del mundo para que ante la presencia de seres extraterrestres, finalmente nos asumamos como lo que somos.
Mucho antes que el autor inglés, Spinoza nos habla de cómo nos reconocemos a nosotros mismos gracias a el Otro, somos y nos asumimos como tales gracias que no somos lo que es la otra persona. Un ruso sabe que su identidad es rusa gracias a que existe un griego que no es como él. ¿Es que necesitamos de ese ser extraterrestre para saber que somos terrestres? ¿No actuaremos, con un verdadero sentido de responsabilidad hacia nuestro mundo, hasta que llegue ese Otro?
Muchos ámbitos de nuestra vida se han globalizado, pero parece ser que el ser humano no lo ve así. Es claro que el fin de los gobernantes de las naciones no es ese. El enemigo sigue siendo el israelí, el palestino, el ruso, “el yanki”, el guerrillero, el terrorista, el musulmán, el inmigrante. Parece ser que hasta que ese Otro venga del espacio, no podremos hablar de verdaderas Naciones Unidas.