(Del lat. rarus).
1. adj. Que se comporta de un modo inhabitual.
2. adj. Extraordinario, poco común o frecuente.
3. adj. Escaso en su clase o especie.
4. adj. Insigne, sobresaliente o excelente en su línea.
5. adj. Extravagante de genio o de comportamiento y propenso a singularizarse.
La rareza tiene mucho que ver con la moda, la estadística. Entre menos elementos se encuentren serán más raros, ya lo dice la definición número 5, hasta llegar a singularizarse.
En los seres humanos, la rareza puede llegar a considerarse como excelente o por el contrario satanizarse.
Hace poco más de un siglo, ser africano en Estados Unidos de América era raro y las consecuencias, por tener un color de piel diferente a la mayoría, eran severas. Algunas décadas atrás, ser un hippie era un acto de rebeldía y la represión caía sobre ellos de manera puntual. Actualmente, en algunos lugares, ser homosexual implica una lucha diaria contra la segregación.
Ser de los pocos, o único, en contar con estudios universitarios, dentro de una comunidad, llega a ser altamente reconocido. Tener el estereotipo de latino e ir a Rusia, puede llegar a ser muy apreciado. Ser tuerto en tierra de ciegos te convierte en rey.
Existen muchos ejemplos, desde las políglotas, tatuados, perforadas, ateos, capitalistas. En el ámbito que se busque, siempre existirá alguna minoría. Gracias a esa rareza se podrán obtener beneficios o se podrá ser condenado.
La rareza es abrumadora, pero sobretodo, enigmática. Siempre dependerá de alguien más y el entorno en el que se encuentre. La carencia de alguna característica puede sacar lo mejor de una persona, así como lo peor.
La ley de la oferta y la demanda explica perfectamente los casos en los que una rareza se enaltece. El miedo y la estupidez, siguen alentando una de las facetas más terribles de la humanidad.
¿Está chido ser raro? Como en muchos casos, eso depende del cristal con que se mire.