miércoles, 26 de noviembre de 2008

Apología del relajo y la embriaguez

Como empezar a hablar de estos temas tan lejos y tan unidos, tan distintos y tan iguales, pero sumamente semejantes, ya que ambos, sin importar sexo, clase social, preferencias políticas o sexuales, siempre están presentes en la vida de cualquier ser humano, y sin embargo, mal visto por muchos sectores.

Relajo:

El relajo, como escape de la cotidianidad, como espacio para crear, espacio para identificarte. Ese espacio donde “el que dirán” no existe. Espacio de éxtasis en el que, al lado de buenos camaradas, la burla, el chiste y el sarcasmo se hacen presentes. Así es el relajo, imposible en la solitud, siempre requiriendo de la complicidad, de la aceptación y del reconocimiento, a costa de otro.

Nos encontramos en un estado de poder, de superioridad ante el diferente. Siempre habrá un móvil que, por más incipiente que parezca, provocará el relajo.

Genera situaciones capaces de sobrepasar la rutina, la continuidad, y hacer más soportable el vaivén de Cronos, aquel viejo Dios griego que devora todo lo que este a su paso. Es una liberación, una fiesta, que nos invita a usar el ingenio y a superar a nuestros compañeros, en que uno es capaz de hacer lo impensable. No encuentra limitaciones y sobre todo, es capaz de sacudirse las capas y capas de material artificial que conforman las máscaras que en la cotidianidad cargamos.

La carcajada y la risa son su máxima expresión, su lenguaje. Pero a su vez, es ese mismo jolgorio el fin mismo. La risa unifica, libera de ataduras; pero también divide, entre quienes son parte del relajo y las víctimas.

Es en el relajo, donde se forman los verdaderos círculos sociales, donde se encuentran las grandes amistades e incluso el amor, puesto que en el relajo mostramos el ser interior que pocas veces sale y, que sin embargo, es aquel que determina nuestra verdadera naturaleza. Es en el relajo en donde los puntos mas extremos del laberíntico andar cotidiano se juntan y se hacen uno mismo, es en ese momento mágico, cuando se descubre la realidad, es el momento mas democrático de la vida, pues no importa cual sea el objetivo, todos participamos, todos asumimos las consecuencias y todos tenemos la misma sensación de complementariedad en el otro.

Sin embargo, el relajo no estaría nunca completo sin la “locura”, una sensación de locura délfica invade nuestras percepciones, nos aleja (¿o nos acerca mas que cualquier otra experiencia?) de la realidad, y nos permite observar características ajenas a nuestra diaria percepción, y solo se compara con otra experiencia, que podemos llamar complementaria, puesto que directa o indirectamente, siempre van de la mano, es decir, la embriaguez.


Embriaguez:

En la embriaguez encuentra el hombre la salida, la liberación, la exaltación de si mismo como ente viviente, como gran conocedor, como gran creador, puesto que en la embriaguez sus sentidos encuentran una armonía totalizadora que es capaz de permitirnos percibir “todo”.

El hombre se embriaga: cuando algo anda mal, cuando todo esta bien, cuando esta feliz, cuando esta triste, cuando esta en la cúspide de su vida o cuando ha sufrido una gran caída, pero ¿por qué? ¿Por qué en situaciones tan distintas, se recurre a la misma acción? ¿Qué determina que el hombre, haciendo frente a sensaciones tan encontradas, reaccione en un mismo sentido?

Antes habíamos mencionado que es en el relajo donde el hombre encuentra esa sensación de complementariedad con el otro, y es solo en la embriaguez cuando el hombre encuentra su complementariedad con el todo, con lo que lo rodea. Sus sentidos abiertos a toda clase de sensaciones, sus acciones sin ningún tipo de restricciones morales, sociales, económicas e incluso físicas, toman nota detallada de cada aspecto de su entorno.

Un ojo embriagado es capaz de percibir los mas mínimos detalles, de edificar sobre ruinas una nueva ciudad, de crear y recrear su entorno, de concebir la realidad en su máximo esplendor, puesto que Dionisos se ha apoderado de su ser, pero es esa embriaguez dionisiaca la que permite al hombre salir de su ser, su ser social, salir de sus limitaciones, evadirlas, distraerlas por un momento y contemplar en todo su esplendor, ese fracaso, ese éxito, el dolor, la alegría, la tristeza e infinidad de sensaciones que no somos capaces de disfrutar (o sufrir) enteramente si no estamos en ese estado de trance profundo que solo la embriaguez puede concedernos.

Es el momento mismo en que la vida toma sentido, donde todo lo hecho hasta entonces tiene significación, donde los mínimos detalles cobran significado y torna la vida mas soportable ante las incesantes demandas de la naturaleza moderna y su infundado temor a la nada, donde el encuentro con uno mismo, se convierte en el éxito final de la concreción del acto y donde cada uno, desarraigado de su ser entra en la paradoja de “ser” mas que en ningún momento.

El tiempo se abre, el espacio se cierra, lo que percibimos pasa de lo bello a lo sublime en un parpadeo, demostramos nuestra inmadurez, que a la vez es síntoma de nuestra madurez y comenzamos de nuevo cada vez, regresamos al punto de partida y comenzamos de nuevo la obra que llamamos vida. Cada instante de embriaguez significa una pausa para apreciar, antes de darnos cuenta que seguimos muriendo, lo grandiosa que ha sido nuestra vida y darte cuenta que no solo estas representando un personaje (plaudite amici comoedia finita est), sino que estas en el límite de ser creador, solo te falta estirar la mano y coger el fruto de la vida eterna, puesto que ya eres uno de ellos.

TEXTO: ADOLFO LIRA Y ESTEBAN NAVA

FUENTES:

Colli, Giorgio, El nacimiento de la Filosofía

Portilla, Jorge, La Fenomenología del Relajo

Rosset, Lo real, tratado de la idiotez

Sloterdijk, Peter, Esferas I

1 comentario:

Ya No Soy Ella dijo...

Osea, bebo para llenar mis vacios? jeje