miércoles, 16 de febrero de 2011

Postergar

Impuntualidad, decir que haremos algo y no hacerlo, reírnos de la desgracia y el doble sentido son algunas de las cosas que caracterizan al mexicano. Actitudes ante la vida que nos diferencian de los demás. El postergar las cosas también es una de ellas. Si una palabra puede englobar lo que la mayoría de los mexicanos somos sería informalidad.

No importa que sea una cita de trabajo, alguien llegará tarde; se podrá jurar realizar algo, pero al final nunca pasará; en un funeral se cuentan los mejores chistes y aceptar unos plátanos con crema no es siempre lo más acertado.

La idiosincrasia del mexicano es muy curiosa, porque la informalidad no sólo es al exterior, es irresponsable consigo mismo. Una de las formas en que se expresa esto es mediante el postergar.

Hay más tiempo que vida

Es increíble cómo llegamos a retrasar cosas que en algún momento consideramos vitales, pensamos que hacerlo el día de mañana no afectará en nada nuestros planes. Un día, dos y muchas veces nunca se realiza. Aunque el acto mismo de postergar puede implicar a otras personas, cuando se realiza con cuestiones personales me parece aún más condenable.

Una de las quejas habituales es que no se ha podido concretar esa cita, ese proyecto, ese pendiente. ¿Quién es el culpable? En mayor medida uno mismo. Sí, es cierto que factores externos siempre podrán estar presentes, pero la carencia de iniciativa suele ser el obstáculo principal.

Las cosas más simples como lavar ropa, realizar un pago, marcarle a alguien por teléfono, pueden ser detonantes de algo más grande. ¿Si no le damos importancia a esas pequeñas cosas, que prioridad tendrán las más importantes? Esas que decimos desear realmente.

¿No puedes lavar en la noche? ¿Es tan difícil pedir ayuda alguien? ¿Apretar unos cuantos botones del celular requiere tanto esfuerzo?

Peladito y a la boca

El mexicano desea que todo le caiga del cielo. Alguna vez un profesor me dio una baja calificación por “Aplicar la ley del mínimo esfuerzo”. No se puede negar, es algo que caracteriza a muchos mexicanos. Se desea algo y se espera que llegue solo. Ojalá tenga un sillón cómodo bajo el trasero.

domingo, 13 de febrero de 2011

El pago de la hipoteca

Alguna vez nos hemos encontrado realizando alguna labor que en verdad desearíamos poder evitar, pero…que se tiene que hacer. Labores domésticas, empleo o asistir a alguna reunión, por citar algunos ejemplos. Al estar en esa situación, la frustración es inmensa, el tiempo se percibe lento y pareciera que el final será inalcanzable. Nos encontramos forzados y sin escapatoria. Encontrar una alternativa parece imposible.

El lugar más común donde se puede encontrar esto es en el ámbito laboral. Muchas personas odian su trabajo, son infelices cada vez que tienen que dirigirse a él, maldicen la hora en que aceptaron laborar ahí. Muchas veces el desconocimiento o el engaño pueden ser los causantes de dicha infelicidad pero en otras ocasiones se tiene plena conciencia del martirio que se experimentará.

¿Por qué se acepta entrar en una dinámica que de antemano sabemos nos causará molestia, asco y odio?

Pagar la hipoteca es una expresión común para nuestros anglosajones vecinos del norte. Esta frase es utilizada para justificar el entrar en una dinámica o empleo con el que tienen serios cuestionamientos y con el que no se sienten totalmente a gusto, pero qué tienen que hacer para poder pagar una deuda. En México, no he encontrado mejor frase que la de un amigo: “Ya me acostumbré a comer”.

¿En verdad ese empleo es el único que pueden realizar? ¿No existen alternativas o ya se intentaron todas?

“No hay empleo”, “Necesito el dinero”, “No tengo otra alternativa” y un sinfín de justificaciones se podrán decir al respecto. Pero la realidad es que la mayoría nunca se arriesga, dejar eso que odia y lanzarse a la incertidumbre. Realmente esforzarse por encontrar eso que, tal vez, realmente lo haga feliz, eso que pregona amar.

Lo más curioso del asunto es que existen casos donde el plan de vida, ideología e intereses son diametralmente opuestos al trabajo que realizan o al modo de vida que les obliga su empresa. Se encuentran tan institucionalizados, que no se ven a sí mismos esforzándose por aquello que dicen anhelar, dejar todo atrás para empezar de nuevo.

Es increíble cómo, algunas personas, llegan a expresar que quisieran dejar todo para ser como alguien más. ¿Si ese alguien lo está realizando, por qué tú no puedes? ¿No acaso también es un ser humano? La diferencia es que esa persona tuvo el valor de rechazar y dejar atrás lo que odiaba y se dispuso a perseguir lo que realmente lo apasiona.

¿Por qué se sigue argumentando que se tiene que pagar la hipoteca o ya se acostumbró a comer? Miedo, no existe otra explicación ante tal incongruencia entre discurso y acción.

martes, 1 de febrero de 2011

Conversaciones orgásmicas

El lenguaje se basa en señales, ya sean orales, escritas o físicas. Es un medio por el cual nos comunicamos, enviamos y recibimos mensajes.

Lo ideal para entablar una conversación es utilizar el mismo lenguaje y aún así a veces resulta imposible. En cuanto a la comunicación oral, hablar el mismo idioma ya sea castellano, inglés o ruso no resulta suficiente para entablar una conversación grata. Se necesitan de otro tipo de códigos, conocimientos, otro tipo de lenguaje.

Las afinidades e intereses juegan un rol muy importante para poder establecer una comunicación efectiva. Si bien un ingeniero y un científico social pueden llevar una conversación agradable, en cuanto se comienza a utilizar un lenguaje especializado, las cosas se pueden complicar. Estamos tan acostumbrados a utilizar palabras técnicas en nuestro entorno que a veces no podemos evitar utilizarlas con personas que no tienen la más remota idea de qué estamos diciendo. Palabras como neoliberalismo, “chainear” o infusión pueden resultar incomprensibles, pero en algunos medios son de lo más común.

Sin tomar en cuenta ciertas palabras, aunque el medio sea el mismo, la formación y conocimientos en común implican una fuente inagotable para enojos, decepciones, sonrisas o asombros gratos. Mencionar a la banda Soulwax, citar la frase “Are you talking to me?”, alabar la corriente dadaísta o preguntar la opinión acerca del libro No Logo y que la otra persona no tenga la más remota idea de lo que se habla, puede resultar bastante frustrante o todo un reto. Por el contrario, si las respuestas son afirmativas, y además se recibe una antítesis o complemento, la gloria y el placer invaden nuestro cuerpo como una droga inyectada.

Intentar entablar una conversación con alguien que tiene una cultura totalmente ajena a la nuestra es difícil, sobre todo cuando la retroalimentación y la apertura no se encuentran presentes. Un sub-lenguaje cultural totalmente opuesto impide entender bromas, comparar estilos e inclusive relacionarse con otras personas.

La apertura y la retroalimentación, deberían de ser dos elementos indispensables en cada ser humano.

Es cierto que dos personas con un mismo bagaje cultural pueden llegar al punto de la aburrición, pero gracias al dinamismo, la búsqueda por nuevas cosas y la diferencia en opiniones es que una conversación puede provocar una excitación y en el mejor de los casos lograr un orgasmo mental.