John Mraz
Existen imágenes que logran quedarse tatuadas en la mente humana. Símbolos que, debido a su fuerza estética, han perdurado y conservado su poder. Crean una mística a su alrededor capaz de convocar masas, unificar ideologías o inclusive implantarlas. ¿Cómo es posible que unos trazos logren tener tanto impacto en un ser humano? Existen casos donde unas simples líneas se convierten en iconos, colores que marcan naciones y composiciones que marcan épocas.
Es asombroso como una sola imagen logra traspasar fronteras y se instala en la conciencia mundial. Transmitir un mensaje sin necesidad de palabras. La simple presencia de una imagen puede constituir todo un discurso.
Lo realmente increíble es el valor que se le da a un símbolo. El poder dejar atrás al personaje que lo creó. Las imágenes fueron creadas por una persona, diseñadas, y en su origen pudieron tener un significado muy diferente al que tienen actualmente. Uno de esos casos es el siguiente:
Gerald Holtom (1914-1985) diseñador británico graduado de la Royal College of Art. Opositor a la Guerra Nuclear.
Amor y paz, hippie, la década de los 60’s seguramente son palabras que vienen a nuestra mente al observar estas líneas protegidas por un círculo. Pero la primera vez que fueron utilizadas no se buscaba la paz mundial ni el amor libre; se manifestaba a favor del Desarme Nuclear.
Tengo que ser honesto, nunca me había preocupado por saber quién diseñó este ícono. Fueron esos amigos diseñadores y mi actual empleo los que me hicieron darme cuenta que el crédito por lo realizado se encuentra muy devaluado. En este mundo consumista las imágenes no son la excepción. ¿Dónde queda el valor de la creación, de la creatividad? En el mejor de los casos, en un fondo negro con letras blancas al término de una película o debajo de una foto con diminutas letras. Desgraciadamente muchas veces el crédito es nulo. Es cierto que con el paso del tiempo esto ha ido cambiando, depende de cada creativo defender el reconocimiento por su trabajo.
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