Al terminar una relación amorosa, lo inmediato es el dolor, el sufrimiento. Al hacer público ese deseo de separación, reaccionamos (¿protegiéndonos?), remembrando todo aquello que nos molestaba de esa persona que nos dejó o abandonamos, justificando así nuestra o su decisión, convenciéndonos, de que al final, lo mejor fue la separación.
Comía con la boca abierta, nunca llegaba a tiempo, odiaba sus patillas, nunca se vestía correctamente, nunca me apoyó, le temía al compromiso; son sólo algunos argumentos que han sido utilizados.
Para recordar algo positivo, no necesitamos una muestra, necesitamos una graaaan muestra, algo que supere aquella acción que una vez nos dejó con la boca abierta, por lo intenso que fue. Pero para recordar lo que nos molesta de alguien, basta con algo pequeño, algo que inclusive sea insignificante.
En las relaciones de amistad ocurre algo parecido, un amigo puede ser sumamente impuntual, hasta llegar a convertirse en una característica y cada vez que llega tarde y nos hizo esperar, podremos enumerar cada una de las veces que así ha sido. Por otro lado, para recordar cada vez que nos ha sacado de un apuro, será indispensable que el lío en que estemos sea superior al anterior, porque solo así logrará la intensidad necesaria para marcarnos, y así poder equiparar la ayuda que está recibiendo. Obviamente cuando se es quien presta la ayuda, se puede hacer una inmensa lista de todas las anteriores ocasiones que se han dejado de lado otras actividades por ayudar a ese amigo.
Padres e Hijos, nada difiere. Una madre puede obviar todo el trabajo de limpieza de un vástago, si cometió la terrible falta, de olvidar poner servilletas en la mesa. Con los Hijos no es diferente; si omiten darnos un recado importante, podemos llegar a olvidar que gracias a ellos nos despertamos a tiempo, desayunamos, no olvidamos ese documento importante y cientos de ayudas recibidas tan solo en un día.
El ser humano es cruel, podemos llegar a desarrollar una enfermiza memoria para poder citar hora y lugar preciso, en el que fuimos víctimas de alguien más. No me vengan conque nunca han estado ahí, lo sabemos y con muchas personas nos sigue pasando, desgraciadamente, hasta el punto en que cuando recibimos su ayuda, en el pasado, se ha borrado de nuestra memoria.